Desde 1983, el astillero de Alang recibe y desguaza todo tipo de buques marítimos, desde cargueros hasta cruceros. En algún momento, durante los años transcurridos desde entonces (nadie sabe exactamente cuándo) surgió un mercado para aprovechar al máximo las increíbles piezas de estos barcos que se desmontan a diario. En el astillero de Alang descansan más de 200 barcos al año, creando una interminable cinta transportadora de restos, listos para ser transportados y vendidos con el fin de darles una segunda vida.
El mercado de los astilleros de Alang alberga ahora docenas de tiendas de segunda mano que se alinean a lo largo de sus seis millas de puestos. Las mesas están repletas de mercancías y la variedad de artículos es imposible de imaginar: hay puertas y juegos de té de yates de lujo, máquinas de helados de cruceros, salvavidas, muebles y colchones. Los compradores pueden hacerse con una bombilla de repuesto, un televisor, una cafetera espresso, una diana de dardos o un mapa del mundo si lo necesitan. Lo bueno de pasear por este mercado es que uno nunca sabe lo que necesita hasta que lo ve.
Ver el mercado de los astilleros de Alang en funcionamiento es toda una maravilla. Cuando un barco llega al muelle, los trabajadores se abalanzan sobre él como hormigas. Cada pieza se desmonta, y apenas hay una que no pueda reutilizarse para algo. El metal se recicla, algunos muebles se venden a granel y, finalmente, se llama a los tenderos del mercado para que echen un vistazo a lo que queda. Los posibles vendedores pujan en una subasta silenciosa por los artículos que quieren exponer en sus tiendas y, por supuesto, gana el mejor postor.
Debido en gran parte al origen de las mercancías, el Mercado de los Astilleros de Alang es único en el mundo. Cualquiera que tenga buen ojo para el salvamento debería visitarlo al menos una vez en la vida, ya que maravillas como ésta hay que verlas para creerlas.
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